sábado, 26 de octubre de 2019

Y si el niño llora


No me sorprendió para nada el enterarme de que en Japón ya las estaciones de radio no transmiten canciones completas, sino solo remixes. Somos muchos quienes, desde este rincón inverso del mundo, rara vez soportamos una canción completa, y ni qué decir de un álbum. ¿Será que nuestro ritmo de vida se ha vuelto tan acelerado como lo predijera Asimov? ¿ansiedad endémica? ¿mente dispersa por el exceso de tecnología? ¿acaso los estudios, el trabajo y otras responsabilidades nos tienen enfermos? No me importa obtener respuestas, ya que soy feliz solo lanzando interrogantes. Ahora que la creación literaria ha dejado de ser el poderoso antiestrés que solía ser, estos posts me son de gran ayuda. Y como no podía terminarlo sin relacionar las estaciones de radio japonesas con los versos de alguna canción hípster que me remonte a la adolescencia, añadiré estas tres líneas de Mecano, unas que logran en mí lo que seguramente los melómanos experimentan con colecciones de discos:

"Y si el niño llora,
menguará la luna
para hacerle una cuna".

jueves, 10 de octubre de 2019

Moridor & otros poemas de Willy Gómez

Moridor & otros poemas: del desajuste o de una afectividad reencontrada.

(Ediciones Cinosargo / Mantra, México, 2019)

Por: Tania Favela Bustillo



Las cosas se congelan como fragmentos
de aquello que fue subyugado; rescatar
eso significa amar las cosas.
Theodor Adorno

[…] sin duda alguna, en las grandes
ciudades vive el ser amado.
En las grandes ciudades, por otra parte,
se está forjando la ruina del mundo […]
Jaime Saenz

Moridor & otros poemas (Ediciones Cinosargo / Mantra, México, 2019) nos propone pensar al poema como un campo de fuerzas en el que participan, de forma simultánea, distintos estratos: lo prehistórico y lo histórico; lo mítico y las fantasmagorías del capital; la deshumanización y la utopía; lo político, lo religioso y lo social. El espacio del poema es también el espacio de la ciudad (Lima): lugar en el que la construcción y la destrucción interactúan fracturando todo sujeto identitario, y mostrando así una identidad en proceso. La proliferación de interacciones dentro del poema permite que el poeta teja, mediante versos largos y flexibles, un ritmo que disloca al sentido, proponiendo una articulación distinta. El problema del lenguaje es entonces uno de los ejes de Moridor: ¿desde dónde decir? Quizás en los siguientes versos hay claves para pensar esa pregunta: “No quiero ser hablador, pero todo puede ser movido”, y más adelante: “pero era un componente del habla lo que deseaba ser movido. / Era una oración con todas las reglas del juego / al principio incomprensibles, / luego claras con los dictados contra la corriente.” Al parecer, lo que debe ser alterado es el significado que yace en las palabras: la “ficción de un lenguaje” que dice desde el poder y la ley, y desde una educación confusa aprendida en las universidades. En vez de la división y el estancamiento (consecuencias de las injusticias sociopolíticas), Willy Gómez Migliaro hace de su escritura una “superficie de atracción” en la que las relaciones entre las palabras se cuestionan, critican y desmontan, para lograr una sintaxis nueva y con ella la resignificación de los vocablos.

Fotografía de Daniela Tarazona.

Pero si nos movemos de la superficie a la raíz, pareciera que el problema que Gómez Migliaro plantea en Moridor & otros poemas va más allá del significado, es anterior o posterior a éste, de ahí el epígrafe de T.S. Eliot que abre el libro y que sugiere otras posibles lecturas, lo transcribo en español, aunque Gómez Migliaro lo introduce en inglés:

Tuvimos la experiencia pero no captamos el significado
Y el acercamiento al significado restaura la experiencia
En forma diferente, más allá de cualquier significado

Se trata entonces de “restaurar la experiencia”, la propia y la de las generaciones pasadas, se trata de pensar cuál es la relación entre los acontecimientos y las palabras, entre las cosas y las palabras, y cuál es, desde ahí, el trabajo del poeta. Lo sensorial se impone en Moridor antes que cualquier relato, y es quizás desde ahí que la experiencia puede ser rescatada y que lo “real” toma de nuevo su lugar. Pienso aquí en lo que el poeta español Miguel Casado escribe sobre la poesía de Rimbaud, lo cito: “…aunque es frecuente que los textos tengan un hilo narrativo, los datos físicos y las atmósferas operan como si se anticiparan siempre al argumento, creándose una doble secuencia argumental, en la que se prefiere la huella de la historia en cada caso a los requisitos del tiempo narrativo […] la autentica historia no es lineal, sino la diseminada, la que vibra en el contraste de los tiempos y en las zonas intemporales” (1). Y las palabras de Casado me llevan directamente a los poemas de Gómez Migliaro, en los que el relato se interrumpe y la narración se desdibuja, mientras los “datos físicos” y “las atmósferas” se intensifican construyendo esa otra secuencia argumental (sin argumento), ese otro plano de sentido que es más un choque, una vibración, una textura lingüística, un impulso que construye, deconstruyendo, una sintaxis personal en la que la indeterminación y la ambigüedad se tocan con lo más concreto y lo más preciso: con los objetos y la cotidianeidad, con ese día a día: el puerto del Callao, el olor de la caña de azúcar y la coliflor saltada, los edificios, las avenidas, los microbuses, el pescado guisado, el pan, un par de latas de cerveza, cigarros, ensaladas y fruterías, una banda de músicos, una máquina de afeitar, láminas de santos, pero también armas, una empresa nuclear, fábricas, casquillos de balas, el color de la sangre inocente; dura confluencia de elementos disímiles que queda clara en los siguientes versos unidos precisamente por una conjunción adversativa: “pienso en un campo de abetos, / pero los capitales oscurecen la obra”, o más adelante: “Al otro lado las heladerías huelen a lúcuma. / Pero debajo del tumulto nuestra imagen / crea su verdor de espuma / ante la intoxicación y el mal gusto.” Y más allá de toda asociación o contraposición, quizás como una forma de esperanza: “el ave de salvación”, “Sicilia”, “los geranios”, palabras-símbolos o palabras-talismán, que generan en los poemas destellos de una afectividad reencontrada.

Tras el tratamiento lingüístico de las diversas realidades a las que apunta este poemario, lo que queda claro, como núcleos semánticos, es la crítica al poder que arrasa con mirada ciega todo lo vivo, y también la relación constante que existe entre lenguaje e ideología, y por ende la necesidad de cuestionarlo y desmontarlo todo. Y además, y quizás sobre todo, Moridor & otros poemas nos confronta con la complejidad de aquello que llamamos realidad. José Revueltas, el narrador mexicano, habla justamente del “lado moridor de la realidad” y la coincidencia, más allá de toda diferencia conceptual, me parece interesante. Quizás Gómez Migliaro nos da en sus poemas precisamente ese “lado moridor”, que según Revueltas es “el movimiento interno de la realidad, su dirección profunda”, “No ese torbellino que se nos muestra en su apariencia inmediata, donde todo parece tirar en mil direcciones a la vez” (2). Se trataría para el poeta peruano de un proceso de construcción en el que el orden y el desorden conviven, en el que la selección y el azar se encuentran en el diseño de sus estructuras poéticas. El poema entonces pone en funcionamiento un proceso de autoorganización que le permite indagar lo que sucede y lo que sucedió desde una conciencia que pone en juego la propia interioridad; de ahí quizás la doble mención de Hamlet. Y al mismo tiempo, la escritura de Gómez Migliaro contiene siempre lo singular de su mirada, un punto de vista que imprime su huella en el tejido de lo colectivo (3). Tal vez por ello el poeta escribe desde un yo y un nosotros a la vez: la primera persona en plural funciona, incluso, como un engranaje entre los tiempos:

Alguien explica y toca al paleolítico moderno.
Alguien nos toca.
Alguien tiene nuestro cuerpo.

El contraste de esos tiempos, lo “paleolítico moderno”, abre esas zonas intemporales de las que hablaba Miguel Casado. Estratos en los que ese “nosotros” y ese “yo” intentan alcanzar a un “tú” o un “ellos” generando una tensión en lo que pudiera ser la posibilidad de un diálogo siempre inconcluso. La comunicación queda quebrada, fracturada, se torna monólogo o flujo de conciencia, de ahí también el desfase en el fraseo del poema y la desviación del sentido.

Si como lo señala Mario Montalbetti: “el poeta es el que asume la resistencia del lenguaje verbal, como forma de pensar, de preguntarse cosas, de cuestionar el sistema, el poder, la autoridad”, Willy Gómez Migliaro se nos presenta en éste y sus subsiguientes poemarios como el gran resistente o el sobreviviente, palabras éstas que en cierta dimensión de la experiencia podrían plantearse como sinónimas.

En suma, la de Gómez Migliaro es una escritura a contracorriente, que se inserta (y a la vez cuestiona) en la tradición de Vallejo, Arguedas, Westphalen, Hinostroza, Cisneros y Guevara (pensando sólo en los peruanos), porque también están Eliot (como ya se vio) y Ashbery entreverado en las líneas de algunos poemas. Y además está Lezama Lima, ese enemigo rumor que impulsa desde abajo la materia poética, y en la conciencia del ritmo que propulsa sus versos, asoma, también, Rubén Darío. Desde esta tradición trazada, Willy Gómez Migliaro se alza como el moridor de una nueva estética: es el hombre tenaz, el Prometeo, que inmerso en lo cotidiano intenta recuperar la experiencia, y desde ésta rescatar la esperanza encerrada en esa caja de pandora que se ha vuelto una forma del canto. En el fondo lo que subyace en Moridor & otros poemas es el amor, el amor a la lengua, pero también a un tú con el que se entabla un diálogo amoroso en el anhelo de que la comunicación se restablezca. No es extraño entonces que hacia el final del libro, el dolor de la mariposa “Sheng Ming” (la vida) cruce las páginas.

(1) Miguel Casado, Un discurso republicano. Ensayos sobre poesía. Madrid: Libros de la resistencia, 2019, pg. 24.
(2) José Revueltas. Los muros de agua. Obras completas 1, “A propósito de Los muros de agua”. México: Ediciones Era, 1978.
(3) Idea tomada del poeta y crítico Miguel Casado, quien en varios ensayos señala la importancia de esa mirada singular que imprime su huella en lo colectivo.

viernes, 19 de julio de 2019

Divagaciones sobre Hernández y Heraud


Siempre he percibido a Javier Heraud y a Luis Hernández como poetas engrandecidos por las circunstancias. En ambos casos, el poder del mito ha catapultado sus obras a niveles adonde seguramente no hubiesen llegado jamás de haber sido otra la forma en que sus autores vivieron (y murieron).
Mientras que escritores con trabajos más amplios y sesudos no se convirtieron en personajes de leyenda, los dulces versos de Heraud se han vuelto un imán para quienes creen en el socialismo y la revolución, de la misma forma en que la sufrida bondad de Hernández nos roba el corazón a quienes preferimos los dramas internos, las nostalgias mudas y la espontaneidad de los versos lúdicos, aquel filtro bajo el cual nuestro "excampeón de peso welter" materializaba el picadillo de sus procesos mentales más íntimos en lapiceros de colores.
Si bien no creo en los mitos -ni el del joven revolucionario ni el del médico atormentado por su propio cuerpo- sí pienso que no solo es la calidad de la obra aquello que nos impulsa a leerla y a quedar prendados de ella. La literatura va más allá y se convierte en un placer tan básico como intenso, comparable con el gusto por los dulces, que es la forma en que muchos comenzamos a leer de niños.
Algunos autores son capaces no solo de devolvernos a nuestra naturaleza de instrumentos musicales de carne, sino de tocarnos cuerdas cuya vibración necesitamos sentir a lo largo de toda la cabeza y el tórax para soportar la vida un minuto más. Es la enloquecedora gratificación sensorial que nos brindan el sueño y el orgasmo. Puedo apreciar a Heraud, pero no me hace sentir nada. Hernández, mientras me estremece, logra hacerme sentir todo. Y ese estremecimiento es la razón más poderosa porque la que leo a Billy the Kid, más allá de cualquier consideración técnica.

lunes, 17 de junio de 2019

Poemas de Carlos Cavero en Liberoamérica


Agradezco a Liberoamérica por armar en torno a mi poesía tan reveladora muestra sobre el trastorno de ansiedad en la literatura, uno que al probarse inútil para el diseño de canales convencionales del lenguaje, termina abriéndose paso mediante la creación de otros.

Como la musicalidad, la vibración y el chasquido de dos palabras al encajar perfectas en un verso se vuelven fuerzas comunicativas tan eficaces, la mente abandona su constante maquinar a mil kilómetros por hora para echarse a reposar con alivio hasta que la razón despierta.

Ésta es una forma verdaderamente orgánica de gestar un lenguaje, ya que si al despertar, la razón logra después caer sobre la palabra escrita, es solo por su propio peso.

martes, 11 de junio de 2019

Hoz de Galatea


Hoz de Galatea es una breve antología de poesía erótica y amorosa que me provoca compartir. Este nuevo rompecabezas lo forman escritos olvidados y otros que formarán parte de La torre de Estibaliz, mi próxima publicación en formato físico después de Capturas de escafandra (Apogeo, 2018). Descarguen de forma gratuita. Agradezco mucho a todos mis lectores.

miércoles, 29 de mayo de 2019

La JSA (2000) tras el lente de Park Chan-Wook


Mientras el resto del mundo recibía el nuevo milenio, Corea del Norte cumpía ya cincuenta y dos años encerrada en sí misma bajo la dinastía comunista de los Kim. Desde el espacio, las fotografías nocturnas muestran el Asia entera iluminada mientras que Corea del Sur parece una solitaria isla debido a que su hermano perdido no conoce la luz eléctrica por el salvaje racionamiento. Con este gemelo ya irreconocible solo es posible comunicarse a través de transmisiones clandestinas, aunque estas permanecen unidireccionales, siempre de sur a norte y principalmente en forma de videoclips pop y series románticas ¿Quién sabe qué se esconde en el norte? ¿acaso también tienen algo que ofrecer y algo que decir?

Song Kang-ho, acaso el mejor actor surcoreano vivo, encarna al Sargento Oh Kyng-pil, quien es no solo un solemne militar encargado del Área de Seguridad Compartida (JSA por sus siglas en inglés), sino también un joven amante de la cerveza, los snacks y una novia que lo espera fuera del cuartel. La rutina de trabajo en la frontera tiene un elemento comédico, tanto en la película como en la vida real: los militares de ambos países arman formación frente a frente con caras de malos. Suelen ser muchachitos que nada tienen que ver con la demencial guerra apenas detenida por un armisticio y es por eso que no es raro que cada cierto tiempo aparezcan señales de una tímida amistad, generalmente basada en el asombro de reconocerse en un coreano del otro lado.

Es así que Oh conoce al joven sargento norcoreano Lee Soo-hyeok, encarnado por Lee Byung Hun (en 2009 volveríamos a ser testigos de la impecable dulpa que forman Song y Hun en la película de horror dramático Sed, también dirigida por Park Chan-wook). El azar y la confianza propia de quien busca un amigo llevan a Oh a cruzar la frontera varias noches para reunirse con Lee a tomar cerveza, reír de las anécdotas de la vida militar e intercambiar música y consejos sobre chicas. Aparte del extremo cuidado por no ser descubiertos por las tropas de sus respectivos países, nada en estas interacciones guarda relación con el tenso conflicto de más de medio siglo que transformó la región y el mundo. No estamos aquí ante dos antagonistas en un retrato bélico, sino ante dos muchachos estresados con ganas de pasarla bien.

Solo en un momento la tensión corta el aire en la cabaña donde ya otros oficiales del sur y el norte han comenzado a reunirse para jugar cartas, beber y compartir snacks. Oh regala chocolates surcoreanos a Lee, quien inmediatamente los abre y los mete a su boca, siempre listo a saborear los placeres que no existen en su devastado norte. Entonces, Oh, en su noble deseo de un mejor futuro para su nuevo amigo -a quien llamaba hermano- le pregunta si quiere desertar a Corea del Sur, donde no pasaría hambre, sino que podría comer todos los chocolates que le diera la gana. Lee recibe estas palabras como un puñal -la cámara de Park se encarta de hacérnolos saber en un close-up de su rostro- y escupe el chocolate surcoreano, aunque sería más preciso decir que abre la boca y lo deja caer lentamente. Se dirige entonces a su (¿todavía amigo?) surcoreano y le dice:

-Voy a decir esto solo una vez, así que escúchame bien. Mi sueño es que algún día nuestra república producirá los mejores dulces de esta península.

A pesar de la timidez con que Oh propone a Lee dejar su patria y acompañarlo, de alguna forma no estaba listo para recibir una respuesta negativa, ya que la sorpresa en sus ojos no deja de repetírnoslo por varios tensos segundos. Lee no estaba dispuesto a dejar Corea del Norte y jamás podría estarlo.

Es en este preciso momento que la película toma otro rumbo, ya que se va desvanaciendo la camaradería para recibir una nueva etapa, la de Lee Young-ae en el papel de la Mayor Sophie E. Jean. Las Fuerzas Armadas tienen que actuar rápido ante un lamentable evento que amenaza las ya complicadísimas relaciones con Corea del Norte y que ha despertado la rabia de los altos mandos en los EE.UU., quienes reaccionan destacando a la militar coreanoestadounidense de emergencia al Área de Seguridad Compartida para investigar la inoportuna muerte de dos oficiales norcoreanos en manos del oficial surcoreano Oh Kyng-pil. No pudo suceder en peor momento y las circusntancias eran muy confusas: el informe mencionaba un secuestro, una posible incursión ilegal en territorio norteño y todo olía muy raro ¿Qué habría pasado en realidad?

domingo, 26 de mayo de 2019

Gran Torino y la bondad de un amargo cowboy


Eastwood nunca dejó de ser Eastwood. Es la primera impresión que tengo al mirar el póster de Gran Torino y encontrarme con su rostro. Allí está él, inexpresivo en su profunda carga emocional, octogenario cowboy con el oscurecido paisaje desértico del spaghetti western, esta vez imponiendo su amada soledad en los bellos y duros suburbios de Detroit.

Con el mismo aplomo con que lanzó su diatriba contra una silla -antojadiza encarnación de Barack Obama en la Convención Republicana de 2012- Clint Eastwood encarna al veterano Walt Kowalski, solitario conservador que disfruta de la paz y el silencio tras décadas de servir a las tropas de la libertad en el mundo. El águila calva, los misiles y la bandera de estrellas son el alma colorida de este hermético anacoreta.

A Kowalski, quien se lamenta de que los negros e inmigrantes se hayan ido apoderando del vecindario, le cae como baldazo de agua fría ver a su propio hijo al volante de un auto japonés, ya que un verdadero americano conduce un Ford -como su adorado clásico Gran Torino), un Chevrolet o un Chrysler. Un verdadero americano no traiciona a su patria enviando sus dólares a la Toyota a cambio de un auto de plástico. Esta misma fijación con un pasado que lo llevó a la gloria afloraba en amargas palabras contra sus vecinos cada vez que estos perturbaban su paz con música afroamericana, guitarras mexicanas o lengua vietnamita. Todo esto, sin embargo, sería poco al compararse con la osadía de Thao Vang Lor.

Thao, vecino quinceañero de la etnia asiática mong, intenta robarse el preciado Ford Gran Torino del garage de Kowalski. Éste, siempre alerta, en forma y armado hasta los dientes, reduce al pequeño vándalo apuntándolo con un fusil de guerra. No fue el deseo de muerte ni de cárcel lo que primó en ese momento, sino una sensación hasta entonces desconocida que fue tomando forma conforme el indefenso adolescente se daba más a conocer. No robaba por pertenecer a una banda criminal, sino forzado por el bullying que sufría a manos de sus parientes pandilleros, quienes lo amedrentaban para asimilarlo a su mundo de robos, drogas y prostitutas. Un adolescente frágil, inseguro, pobre y huérfano como él, tenía muy poco que elegir y también muy poco que perder. Kowalski, entonces, elige no dispararle y no llamar a la policía, sino que lo condena a visitar su soledad y ayudarlo con la limpieza del auto y otros quehaceres domésticos. El jovencito acepta de muy buena gana y es así que se va materializando una estrecha relación de padre e hijo -o de abuelo y nieto- entre estos dos hombres cuyo único patrimonio en común es habitar grises mundos solitarios.

Así, Kowalski termina ganándose el aprecio de la familia mong, a quienes visita para celebrar un cumpleaños. Las escenas en que el veterano interactúa con los inmigrantes son particularmente jocosas, ya que se hace más que evidente que nunca el punto donde se apoya la mayor grandeza de la película: Kowalski jamás deja de ser quien es. Kowalski es Eastwood mismo y se encuentra por encima de cualquier consideración social, espiritual o política. Aun habiendo aceptado a este muchachito como un hijo -y protegiéndolo con su vida misma- sigue siendo hasta la última escena el mismo viejo cascarrabias que no pierde oportunidad para despotricar contra los negros, mexicanos y asiáticos, y que incluso en sus mayores muestras de generosidad y abnegación, permanece impasiblemente aislado en su pasado glorioso, atrincherado tras su bandera de estrellas y horrorizado ante la vecina que lo maldice en vietnamita y su propio hijo: aquel americano traidor que, alienado de sus raíces spaghetti western, consume el plástico con llantas que produce la industria automotriz del Japón.

https://www.youtube.com/watch?v=__OONmT-Cyg

sábado, 25 de mayo de 2019

Esperando Érase una vez... en Hollywood


En esta carta de amor a un cine que ya no existe, Quentin Tarantino rinde homenaje a aquel país de ensueño que llenó nuestros ojos desde niños a través de la cultura pop.
Ese país tampoco existe hoy porque desde su origen mismo fue precisamente la constante mutación la que lo volvió omnipresente, y tanto mutó que terminó convertido en una secuela de sí mismo.
Érase una vez... en Hollywood nos lleva a través de un agujero de gusano hacia ese mundo fantástico de los sesenta donde Sharon Tate es la rubia coqueta, Bruce Lee se mueve como una saeta invencible, y Charles Manson encarna todos los miedos de una sociedad demasiado embelesada con el placer y la belleza como para aceptar que lo macabro coexiste en la familia de al lado, fiel reflejo de nosotros mismos.
Enamorado locamente del tráiler, no puedo decir más porque no sé más. Necesito verla.

martes, 19 de marzo de 2019

"Ser poeta es pensar el mundo y la vida de una manera distinta, aunque el lenguaje sea nuestro obstáculo"

Fotógrafía: Estefanía P. Lanfranco

"SER POETA ES PENSAR EL MUNDO Y LA VIDA DE UNA MANERA DISTINTA, AUNQUE EL LENGUAJE SEA NUESTRO OBSTÁCULO"

Entrevista por: Mirtha Mansilla Nieto*

Willy Gómez Migliaro es considerado uno de los poetas más importantes del Perú e Hispanoamérica de las últimas décadas, nació en Lima-Perú el 13 de agosto de 1968. Ganador del premio hispanoamericano de poesía Festival de la Lira 2015. Ha dirigido las revistas de poesía Polvo enamorado (1990-1992) y Tokapus (1993-1996). Así mismo ha publicado los libros de poesía Etérea (2002), Nada como los campos (2003) y La breve eternidad de Raymundo Nóvak (2005), todos bajo el sello Hipocampo Editores; Moridor (Pakarina Ediciones, 2010), Construcción civil (Paracaídas Editores, 2013), Nuevas Batallas (Arteidea Editores, 2013), Pintura roja (Paracaídas Editores, 2016) Lírico puro (Hipocampo Editores, 2017), Construcción civil (De La Lira Ediciones. Cuenca, Ecuador, Junio 2017), Nuevas Batallas, reedición en México (Mantis Editores, 2017), Lírico puro reedición en Chile (Editorial Deriva, 2018). Este 2019 se reeditarán en México, Chile y Colombia Moridor & otros poemas.
Entre los libros de investigación ha sido compilador del libro OPEMPE, relatos orales asháninka y nomatsiguenga (Editorial AndesBook, 2009) y Cholos, 13 poetas peruanos nacidos entre el 70 y el 90  (Catafixia, 2014).
Sus poemas han aparecido en importantes revistas hispanoamericanas y europeas. Ha sido publicado en diferentes antologías de poesía nacionales e internacionales. Actualmente es profesor de literatura, escritura creativa y asesor literario.

  • ¿En qué momento de tu vida descubriste al poeta que hay en ti?
Desde niño escuchaba voces y cantos en mi mente. El miedo me acechaba, así que un día me vi escribiendo. No sabía qué era la poesía (creo que hasta ahora no lo sé) menos lo que era un poema. Solo sabía que mientras escribía, era un niño feliz como hasta ahora. A los catorce años visité los talleres de poesía de la UNMSM y ahí conocí y escuché por primera vez a los poetas Marco Martos, Pablo Guevara, Hildebrando Pérez quienes me abrieron un panorama sobre poesía. Luego, con los años, me junté a Washington Delgado, Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, Dalmacia Ruíz Rosas, Róger Santiváñez, Domingo de Ramos y Montserrat Álvarez. Todos grandes poetas de quienes aprendí que yo debería ser el mejor. Vivo agradecido, aunque ahora ya no aporten nada a mi escritura poética.
  • En tu opinión, ¿Qué es ser poeta?
Ser poeta es pensar el mundo y la vida de una manera distinta, aunque el lenguaje sea nuestro obstáculo. Así de simple.
  • ¿Hacia dónde crees que va tu escritura poética? ¿Qué tan controversial es tu escritura?
Alguna vez dije, y me reafirmo, que mi escritura va de un Frankenstein a otro Frankenstein; por lo tanto, siempre estará perdida en el universo por más que yo sienta que es un acto y un discurso esencialmente político o de que me apodero de la realidad toda. Esa es su controversia.
  • ¿Cómo es tu proceso de creación al escribir poemas?
Siempre estoy escribiendo, aunque no necesariamente poemas. No hacerlo sería mi primera muerte. Desde que despierto mi mente es una maquina poética. La salud es primero en mi proceso de concebir el poema. El desayuno, donde un buen café fluya por mis venas, un par de panes con queso o mantequilla, suficiente. Frutas y frutos secos. El almuerzo es importante, y si es pescado con ensaladas, mejor. Claro está, la espumante cerveza fría. Hacia las seis de la tarde meditación, caminata y luego hablar por video cámara whatsApp con mis amados hijos Andrés y Álvaro. Amar, amar intensamente. Todo eso es mi ritual.

  • De todos tus libros, ¿con cuál te sientes más satisfecho? ¿Por qué?
Ninguno de mis libros de poemas me gusta, y menos me releo. Soy terriblemente insatisfecho, pienso que no hubo una buena construcción con aquello que publiqué. Siento que no termino el poema que deseo y que sigo escribiendo. Sin embargo, allí están mis libros que son de otros.
  • ¿Cómo crees que la poesía ha ido evolucionando hasta nuestros días?
La construcción del lenguaje de la poesía enloquece a uno, y esa es su evolución indestructible. La poesía, oscura y subversiva, desde Homero, es una guerra constante. Lo he dicho en otras entrevistas: la poesía es lo que nos pasa todos los días. En mi libro Nuevas batallas están escritas algunas reflexiones sobre la poesía y su evolución en el mundo. Poesía es revolución.
  • Sé que estás preparando un libro, ¿nos puedes contar un poco sobre ello?
Tokapus es un libro de poemas que empecé a escribir desde el año 2015 y que creo haber finalizado el 2018 del año pasado cuando estuve viviendo en Paucartambo-Cusco. Es un extenso poema de amor de los peruanos (eso creo) y de lo que hemos heredado como Colonia. Son cantos de un profesor de Historia del Perú de educación secundaria, verborreíco, desolado y alcohólico, pero lleno de esperanzas. Un libro de 300 páginas construido desde nuestras mentiras como peruanos y que termina (vaya pretensión) con un extenso canto sinfónico pre-colombino. Ni yo mismo sé lo que he hecho. Será un libro que no publicaré definitivamente, sino que será entregado a algunos amigos como regalo o tal vez lo done a alguna universidad.
  • En tu libro de poemas Pintura roja despliegas los colores y sus contrastes para producir un lenguaje lleno de imágenes. Sé que partiste de un ensayo sobre el arte de la pintura. ¿Cuán cierto es eso?
Las artes plásticas o la pintura siempre me fascinaron. Hacia 2010 encontré algunos ensayos que creí perdidos en uno de mis cuadernos sobre los grandes pintores clásicos. Había uno de Rembradt, Caravaggio, Monet y el cuarto del gran pintor peruano a quien admiro David Herskovitz. Eran ensayos apasionados donde el discurso del color y el movimiento volaban. Cuando intenté corregir, los ensayos se fueron metamorfoseando, y de pronto pasé de la Escuela cusqueña a la plástica de los años 80 en el Perú; de Cézanne a Wilfredo Lam; del surrealismo de Max Ernst al expresionismo alemán de Kirchner; y de las instalaciones “posmodernas” de Tim Rollins o Richar Prince al romanticismo de Delacroix. Cada viaje que yo hacía era obligado recaer en algún museo, así que mientras escribía Pintura roja, me sentía un pintor o en su efecto, creía ser un curador montando una muestra en mi propia galería. Así nació Pintura roja, del robo de imágenes. Recuerdo haber estado en un estado de excitación, locura y placer mientras escribía este libro de poemas.
  • Ganaste uno de los premios más importes el Premio Hispanoamericano de Poesía La Lira de Oro con tu libro de poemas Construcción civil en el 2015. Cuéntanos esa experiencia.
Es un premio importante, qué duda cabe, pero yo no creo en los premios literarios. Sin embargo, la alegría fue inmensa. En el 2015 Margarita, la madre de mis hijos, hizo el envío de cinco libros de Construcción Civil editado bellamente en el 2013 por Paracaída Editores de mi amigo Juan Pablo Mejía. Solo supe que lo había enviado cuando salieron, meses después, los 11 finalistas. Luego la llamada del presidente del Festival de La Lira en la que se me comunicaba que me había alzado con el premio; inmediatamente a viajar para la premiación, luego los viajes, las entrevistas; en fin toda una locura para quien nunca en su vida se había ganado, ni siquiera, una rifa de sorteo.
  • Has vivido varios años en comunidades asháninkas y nomatsiguengas de la Selva central del Perú. ¿Qué aprendiste de ellos y cómo influyó en tu escritura?
Fue en el 2008 que me fui a las comunidades de la Amazonía Central del Perú, gracias a mi amiga Jhenny Muñoz Hilares, dirigente asháninka y teniente alcaldesa del Distrito de Río Negro en la ciudad de Satipo, quien me invitó. En un principio ella tenía en mente realizar un documental sobre los desplazamientos y retorno de los asháninkas y los nomatsiguengas a sus comunidades de origen después de terminada la guerra que lideraron los grupos levantados en armas Sendero Luminoso y el MRTA contra el estado peruano y su falsa democracia. Yo iba a escribir el guion, sin embargo, no advertimos el gran dolor que había en nuestros hermanos. Lo que percibí era que ellos solo querían olvidar y vivir el reencuentro con sus familiares. Estaban buscándose todavía. Una noche mientras viajaba a una comunidad notmasiguenga a donde mi amigo el dibujante y pintor Mabanga Kasanyo (Domingo Casancho) me había invitado, tuve una visión y me convertí en un recolector de relatos, mitos, leyendas amazónicas asháninka & nomatsiguenga. Producto de esa aventura y en complicidad con profesores bilingües de dichas comunidades y agrupados en AMABICEC, publiqué un libro llamado OPEMPE, Oshintsinka noñane (El poder de mi lengua). La filosofía amazónica de la selva central del Perú, estrechamente ligada a la conjunción con la naturaleza, sigue constituyéndose, también, en un aporte a la antropología, sociología, literatura, lingüística y demás disciplinas. Allí aprendí a escuchar y a tener el respeto por el otro. Definitivamente esa forma de contar de los asháninkas y los notmasiguengas fragmentó mi forma de escribir poemas.
  • En el 2018 viviste en Cusco. ¿Cómo ha sido tu experiencia de docente en Paucartambo y Sunchubamba?
Mi relación con el mundo andino viene por mi abuela Isabel Tello, oriunda de Abancay y de mis lecturas de las obras de José María Arguedas. Llegué al Cusco casi huyendo de Lima. Había mucha pena en mí. Además ya mantenía conversaciones desde enero del 2018 con mi amigo el poeta Osman Alzawihiri quien vivía en Sunchubamba y trabajaba como profesor en la comunidad de Ninamarca. Fue él quien me animó a venir a Paucartambo a despenarme, y así lo hice. Inmediatamente busqué la ayuda necesaria en los ancianos y maestros quienes me guiaron por el buen sendero. Luego me hice maestro rural en la I.E. Gral. Juan Velazco Alvarado de Sunchubamba; a la vez alternaba mis investigaciones con las máscaras de Paucartambo del artista y colega Eloy Cuadros, así mismo con mis alumnos nos volvimos recolectores de mitos, leyendas, relatos de la provincia de Paucartambo. Toda la filosofía andina se apareció en mí de forma natural, sin embargo, ya no era el mundo de mi abuela ni el mundo de Arguedas. Mi visión romántica despertó hacia el mundo real de las brechas sociales, de la ilegalidad, de lo inclasificable que logramos ser en nuestros procesos de identidad y del olvido en que nuestras provincias siguen creciendo o destruyéndose desde dentro.
  • ¿Crees que se debe separar al ser humano de su obra poética?
En estos tiempos modernos o posmodernos o como quieras llamarlo, no podemos seguir teniendo la visión arcaica del poeta. Entendamos que éste es un ser humano como cualquier hijo de vecino y no lo exime de ninguna responsabilidad frente a sus actos. Yo detesto la estupidez humana.
  • ¿Qué esperas lograr como escritor o poeta?
La poesía me enseña a dar o entregar, y trabajo duro para reproducirme en esa visión bellamente política. Como escritor y poeta, en verdad, no espero nada.

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*Mirtha Rosario Mansilla Nieto (Lima-Perú, 18 de enero de 1 971) Ha sido publicada virtualmente en el blog literario del poeta Willy Gómez Migliaro, “Lamula.pe”, en el blog “Ángeles del Papel”, de Michael Jiménez Melchor y en diferentes páginas peruanas y extranjeras que difunden la poesía. Ha participado en diferentes recitales de la ciudad de Lima, como; “Festival Amarte” en Feria de Libro Amazonas del Cercado de Lima, en el XIII Recital de poesía “Palabras sin Fronteras” de la Universidad Ricardo Palma y en los Viernes Literarios de Juan Benavente Díaz. Ha sido publicada en Palabra en Libertad y sed de trotamundos de “Amantes del País Ediciones” cuyo director es José Beltrán Peña, así como en las antologías de los libros “Versos en su Tinta” y “Amor poético” de Sociedad peruana de poetas” selección de Martha Crosby Crosby. Publica su primer poemario Otoño en diciembre (Ángeles del Papel Editores, 2018).

Libertad de pensamiento: cero

Fotografía: Rubi Andrade
La izquierda adora todo tipo de diversidad, menos la de pensamiento.
Los progresistas se han convertido en los nuevos victorianos, incapaces de tolerar o siquiera ignorar a quienes no comparten sus ideas. Desde su pedestal, necesitan gritar su supuesta superioridad moral a los cuatro vientos. Como diría aquel meme sobre Star Wars: "Se han convertido en aquello que juraron destruir".
Algún día comprenderemos que todos somos iguales, sin excepción. Algún día estos cavernícolas de la intelectualidad se darán un encontronazo de cabeza contra el mundo real y sabrán que este planeta, donde habita gente de toda clase, no les pertenece. Tampoco les pertenecen la academia, las bellas artes, la literatura, ni la política. La burbuja intelectual en la que se desenvuelven encierra mucha, muchísima miseria humana.
Cuidémonos siempre de votar por individuos capaces de semejante arrogancia y autoritarismo en las aulas de una universidad. Me pregunto qué harían estos mismos sujetos en los ministerios, el Congreso y la Presidencia.

La libertad de expresión, La polla records y Mecano

Fotografía: Fernando Alvarado
Hablemos sobre rock y pop hispano.
Mientras que canciones de Mecano como Naturaleza muerta llegaron a convertirse en himnos para mis oídos, nunca soporté a La Polla Records. Para mi gusto, su sonido fue siempre demasiado punk, y sus letras, demasiado políticas. Lo que me encanta de esta vieja banda es su atrevimiento. En 1979 saltaron a los escenarios reventando de euforia y rabia, haciendo oídos sordos a todos los sectores de la crítica e involucrándose en mil problemas por seguir en sus trece, hasta su separación en 2003 debido a "una bronca estúpida entre niños de 40 años", como define el vocalista Evaristo Páramos.
(A quienes no conocen cómo funciona el mundo de los músicos, escritores y otros artistas, les diré que borren de sus mentes cualquier imagen de madurez que puedan albergar. En lugar de eso, imaginen un aula de sexto de primaria donde encierran a los preadolescentes más despiertos, pero más insoportables de todo el colegio. Eso, en esencia, es lo que somos).
En palabras de Evaristo Páramos:
"La izquierda se ha azucarado y la derecha se está lanzando. El espectro político lo hemos movido hacia ese lado y el centro ya no está donde estaba, hemos vuelto de 'El Planeta de los Simios' y ha cambiado la historia".
Ante las quejas de los jóvenes políticamente correctos sobre el nombre de la banda:
"Lo de la polla es muy machista, ¿no? Bueno, que no me prohíba la izquierda lo mismo que me prohibía la Guardia Civil, porque conmigo ya llegan tarde. Me molesta que me ordenen que cambie mi lenguaje, para mí eso es lo último. A cuenta del rollo religioso, del franquismo y del pueblo, me costó tanto decir 'hijo de puta' que ahora no pienso quitarme".
Es esta misma izquierda joven y privilegida -muchas veces furiosa sin razón alguna- la que armó un escándalo por una antigua canción de Mecano donde aparece el término "mariconez".
María Villar y Miki, dúo concursante de un concurso televisivo de covers, debían cantar Quédate en Madrid, tema de Mecano, y anunciaron, tajantes, que reemplazarían esa palabra. "Yo no voy a decir 'mariconez' porque es un insulto muy homófobo". La banda de Ana Torroja presentó su canción en 1988, como parte de su álbum Descanso dominical, y "si bien saltó la censura de su época, parece que no ha sobrevivido al cambio de milenio. ¿Es que ha envejecido tan mal la canción del grupo madrileño o es víctima de la corrección política mal entendida? La polémica, como siempre, se ha trasladado de la academia a las redes sociales", señala la periodista Noelia Fariñas.
(Las cosas en las que pierde el tiempo la academia. Esas nimiedades deberían dejárnoslas a los profanos en las redes sociales).
Continúa Fariñas en su entrevista a Ana Torroja para El país:
"Muchos aplauden la decisión de la joven madrileña, mientras que otros lo consideran una exageración. La respuesta más reveladora llegaría de la mano de la intérprete original, y miembro del jurado de esta edición, Ana Torroja. 'Mecano, tanto como grupo, como cada uno por separado, siempre ha defendido la diversidad, el amor libre, la libertad de expresión y un largo etc., y además tiene uno de los himnos más bellos escritos nunca defendiendo el amor homosexual: Mujer contra mujer', explicaba en la foto en Instagram que ha publicado la artista en las últimas horas. 'No confundamos insulto homófobo con expresión coloquial. Cuando la expresión dice: siempre los cariñitos me han parecido una mariconez, quiere decir que siempre los cariñitos le han parecido una tontería, bobada, estupidez y hasta cursilería'".
(Al final, Ana Torroja y los exMecano, veteranos tanto de la música hispana como de la libertad sexual, hicieron prevalacer el derecho de autor y no permitieron que se cambiara la letra a su canción. Mientras María y su compañero Miki cantaban, él tuvo que pronunciarla y varios chicos y chicas del público cantaron "estupidez" para tapar esa palabra que ahora les suena a conjuro diabólico. Ana Torroja vigilaba cuidadosamente desde sus audífonos que no se les ocurriera a este par de principiantes incumplir con el contrato y censurar su tema de 1988).
A mí me parece absurdo que la vocalista de una banda ya extinta tenga que aclarar puntos así de ociosos para una generación tan suceptible como enfrascada en las banalidades del idioma.
¿En qué diablos nos estamos convirtiendo?
En la foto, el rostro de Evaristo lo dice todo.

No repensar las palabras para pedir perdón


Muchos artistas temen decir cuál es su orientación política por miedo a que la mitad del público los rechace. Alaska no está de acuerdo, cree que hay que ser valientes, decir lo que se piensa y no entrar en juegos con la crítica. De hecho, sobre si es de izquierdas o derechas, afirma que “ningún partido le convence” y, lo mejor de todo, “no lo hice con 14 años y tampoco lo voy a hacer con 55, no voy a repensar mis palabras y ver si tengo que pedir perdón”.
Entrevistador: Tengo muchas diferencias con mucha gente, pero obviamente, no es solo el tenerla o no tenerla, sino de qué manera se expresa sobre Catalunya.
Alaska: Sois muy vehementes a veces los chicos que me rodeáis en la vida y supongo que yo no lo soy por compensar.
E: No sé si llamarlo vehemente, pero yo creo que poco favor está haciendo.
A: Bueno, yo ahí no me voy a meter porque es tu historia, pero entonces ¿a qué vamos? ¿a que nos gustan las personas que dicen las cosas con vehemencia solo cuando dicen lo que a nosotros nos gusta?
E: (...) Hay momentos en los que a los que vivimos la realidad día a día de Catalunya no solo nos ha hecho daño, sino que ha demostrado, con toda la cultura que él tiene, que en ciertas cosas es tremendamente inculto.
A: Me temo que a veces las realidades se ven muy distintas según de qué lado del sofá estemos sentados.
E: O sea, tú estás de acuerdo con las opiniones de Federico 
A: Yo no sé cuáles son las opiniones ni tuyas, ni de Federico, pero sí tengo la edad suficiente para darme cuenta de que tu visión sobre lo que sea es muy orteguiana: son tú y tus circunstancias. Y probablemente, por eso es que nunca nos vamos a entender las personas, porque nuestros absolutos son verdades como puños para nosotros, pero no lo son para el infinito.

domingo, 24 de febrero de 2019

Entrevista en HCM Radio TV


Agradezco a Jhonatan Ramírez y al canal HCM Radio TV por esta entrevista que me realizarán el viernes 01 de marzo junto a los escritores Edwin André y Jorge Luis Roncal Rodríguez como parte de su programa Confidencias en el tiempo.

jueves, 14 de febrero de 2019

El retiro de Alfredo Bryce


Recuerdo haber intentado leer Un mundo para Julius varias veces, algo muy raro, ya que suelo abandonar un libro a las pocas páginas cuando éste no capta mi atención o falla en hincarme alguna fibra íntima. La prosa de Bryce, aunque magistral, simplemente no es para mí. Nunca supe por qué y ésta es una pregunta que no me he esforzado en responder, ya que mis libros son meros artefactos de goce que no puedo seguir usando si no cumplen con su cometido desde el inicio.

Mi fijación por la literatura como fuente de endorfinas es una de las razones que me hace sentir satisfecho de no haberla elegido como carrera universitaria. El leer libros por obligación y estudiar autores soporíferos hubiese sido una tortura académica que bien hubiese podido matar la literatura para mí. Por ello, si mis padres me hubiesen dado a elegir, habría escogido estudiar artes plásticas, ya que siempre fui torpe con las manos y me hubiese fascinado pasar años de entrenamiento hasta dominar los óleos, el pincel, el cincel y la roca.

Probé con algunos cuentos de Bryce y tampoco me causaron efecto alguno. Fue curioso porque en todos ellos pude reconocer la mano de un maestro de la prosa. Existen maestros, sin embargo, que no logran inspirarnos. En la poesía, me sucede lo mismo con Antonio Cisneros y Blanca Varela: no me hacen sentir nada. Diría, entonces, que la literatura es para mí un refugio solamente comparable al beso apasionado de una amante, y más aun, al contacto sexual. Se trata de un fenómeno tan subjetivo que los criterios académicos se vuelven irrelevantes: ante un libro puedo encontarme íntimamente asombrado y adicto, o presa total del hastío y la indiferencia.
No obstante, por alguna razón siempre he disfrutado de sus entrevistas (salvo en las que se encuentra alcoholizado), ya que si bien su mente brillante no logra encandilarme en la ficción, sí arroja en la vida real las luces de simplicidad y desfachatez que solo tienen los genios cuando se expresan de forma espontánea. Bryce no apela a recursos literarios al hablar, sino que más bien conserva un tono confesional propio de quienes ya lo han visto todo y son conscientes de la proximidad de la muerte.
Sus antimemorias, Permiso para retirarme (Peisa, mayo de 2019) será su última novela. Será también, quizá, mi última oportunidad de reconciliarme con un autor cuya obra jamás me desagradó, sino que siempre se escondió de mí tras filtros estéticos y sentimentales demasiado lejanos de los míos. Algo en esta entrevista con sabor a despedida me dice que esta despedida sí logrará capturarme y me permitirá, por fin, conocerlo.
ENTREVISTA DE ENRIQUE PLANAS A ALFREDO BRYCE
EP: ¿Cuáles son sus estrategias para combatir la depresión?

AB: Salir, viajar, moverse, no dejarte ganar por la enfermedad. Siempre camino todas las mañanas y tengo una bicicleta estacionaria donde pedaleo un rato cada vez que me acuerdo. Ahora no estoy escribiendo, pero estoy leyendo con gran placer, porque además me sirve para tener vivos los idiomas que con tanta dificultad aprendí. Ahora leo El viejo y el mar, de Hemingway en italiano, solo para practicar una lengua maravillosa.

EP: A inicios de los años setenta, Un mundo para Julius fue leída como una crítica brutal a la oligarquía. Cuando uno lee hoy esa novela, lo que encuentra es un doloroso testimonio familiar ¿El éxito suele obedecer a razones equivocadas?
AB: Cualquiera que quiera escribir para ser famoso se ha equivocado totalmente. Y mira que ya había quienes pensaban así en esa época.

EP: ¿Manuel Scorza, por ejemplo?


AB: Scorza es el mejor ejemplo, sí. Era un producto de sí mismo. Fue un vividor total de la izquierda. Como una vez que lo encontré en París. Ambos vivíamos allí, pero nos veíamos poco. Yo cruzaba la calle y le digo: ¡Qué bien se te ve! "Y eso que no soy un producto acabado", me contestó.


Entrevista completa.

domingo, 10 de febrero de 2019

Mario Vargas Llosa, su apoyo a Fidel Castro y a otros personajes monstruosos


Comenzaré con este párrafo de la reseña que escribió Beto Ortíz sobre El cine malo es mejor, de Javier Ponce. (A propósito, tampoco me importa quién es Beto Ortiz como persona).

“Javier Ponce es genial pero fujimorista” —me whatsappea un amigo gay pero caviar. “A mí qué chucha” —le respondo— “así fuera nazi pero caníbal, yo lo leería igual”.

Nunca me han interesado las vidas de los escritores, sino únicamente sus obras. Mi mayor antipatía contra MVLl viene de haberse vendido al nefasto régimen de Fidel Castro, así como muchos intelectuales de su generación, varios de los cuales apoyaron esta barbarie hasta la muerte. (MVLL tuvo, al menos, la decencia de alejarse para nunca más volver). Su apoyo a uno de los peores sátrapas de la historia jamás hizo, sin embargo, que dejase de admirarlo como el gran artista que, en mi opinión, es. Me sucedió igual con Gabriel García Márquez, castrista confeso, pero maestro de la literatura.

Aunque me cae mal su actual cercanía con la realeza española, a la que apoya a pesar de sus abusos contra la libertad de expresión, MVLl es un simple ser humano; no es, ni será jamás nada más que eso. Grabémonos bien que los escritores son exactamente como cualquier hijo de vecino: con las mismas taras, prejuicios y debilidades que el resto de los mortales, así dominen el idioma y las artes al derecho y al revés. Los grandes escritores no son seres iluminados, ni muchísimo menos. Suelen ser, más bien, personas muy difíciles de soportar. Siempre he considerado que su única riqueza se encuentra en sus creaciones y yo no me sentaría a la mesa con ninguno de mis grandes ídolos así tuviese la oportunidad de  hacerlo, ya que la gran mayoría no solo son individuos bastante ordinarios, sino que además suelen estar convencidos de formar parte de la reserva moral e intelectual de la humanidad, algo que está, por supuesto, muy lejos de ser cierto.

Hoy, MVLl se manifiesta conta Pedro Sánchez, aparece junto a personajes nefastos de Vox y yo no me inmuto: seguiré leyéndolo. Mañana, se morirá y tampoco me inmutaré. No me enstristeceré, ni iré al cementerio a dejarle flores y tomarme fotos con su tumba, como jamás he hecho ni haría con ningún otro escritor del mundo. El único aporte de un artista a la humanidad son sus obras. El resto es vulgar carne, hueso y cenizas.

martes, 5 de febrero de 2019

El no dilema de Salinger


Jerome David Salinger fue el único escritor cuya obra me condujo a desarrollarle cariño como persona. Aburridos, frívolos, amargados y con egos insufribles, la gran mayoría de escritores no somos personas muy agradables. Suelo evitar a mis colegas, y por eso, siempre dividí al individuo en dos: por un lado, sus libros, que son artefactos dignos de veneración. Por el otro, el escritor, quien no me genera mayor simpatía ni respeto que el anónimo cajero de un banco o aquel vecino misterioso con el que jamás cruzo palabra ¿Por qué entonces es Salinger la excepción, sobre todo teniendo en cuenta que él tampoco fue una persona muy agradable?
Como no tengo respuesta a esta pregunta, solo me queda especular. Quizá se debe a que El guardián en el centeno me abrió los ojos a una realidad que siempre observé, pero que nunca atiné a definir, y menos a narrar, por considerarla parte de un universo con muy poco atractivo literario. La novela, así como los escasos cuentos que publicó, se revuelve en torno a un personaje que tiene mucho de Salinger mismo. Holden Caulfield vivió una adolescencia como la que vivimos muchos de nosotros: apasionada y atormentada a la vez, donde en total caos, amigos y compañeras sentimentales desfilaban sin lograr jamás menguar por mucho tiempo la sensación de soledad que nos consumía las veinticuatro horas, y que curiosamente, solo dejaba de doler al encontrarnos completamente solos.
Luego de publicar apenas cinco libros, Salinger se recluyó en su casa de los suburbios, de la que prácticamente no saldría en cincuenta años. Apenas cruzó su puerta para furtivos encuentos amorosos, misteriosas conversaciones con amigos en Nueva York y espantar periodistas insistentes con los ojos desorbitados y el puño en alto.
Fueron cincuenta años en los que no paró de escribir y solo buscó autosatisfacerse leyéndose a sí mismo, llegando al extremo de hacer firmar a sus esposas, amantes y amigos acuerdos de confidencialidad para que ninguna de esas obras viese jamás la luz. Hoy, a nueve años de su muerte, todos los candados han sido violados y su familia publicará estos escritos inéditos que volverán a poner de cabeza la literatura anglosajona, tal como hizo El guardián en el centeno en 1951.
¿Debería respetarse la férrea terquedad del autor de nunca publicar sus textos? Es aquí que Salinger desaparece como persona y veo solamente al maestro de la literatura cuyo legado para la humanidad no puede permanecer oculto si se dan las condiciones para compartirlo. Después de todo, él ya está muerto y las tumbas son solo eso: tumbas donde todo cuerpo se degrada por igual y termina siendo solo huesos. Sus obras, en cambio, son un patrimonio tan valioso para la especie humana como los aportes de la ciencia y las maravillas de la naturaleza. Para mí no es un dilema. Entre el individuo y el escritor, el escritor saldrá siempre ganando, así sea ésta una derrota para el individuo.
Yo ya no puedo esperar a leer todo lo que él jamás quiso que nadie leyera.