viernes, 30 de marzo de 2018

El Increíble Señor Ficción


Concibo la literatura como la antítesis de la realidad, ya que funciona al revés que ésta en todo sentido. Escribir ficción significa mentir con la conciencia limpia, aspirando siempre a alcanzar aquella perfecta cara de póker que, en el mundo real, constituye un peligro por ser instrumento y símbolo de la deshonestidad.

La literatura tiene mucho en común con la magia, un arte basado en engañar a un público que sabe perfectamente que será engañado. El lector abandona los cánones del mundo real mientras lo encandilamos con nuestros artilugios lingüísticos. ¿Qué son entonces las palabras sino nuestra varita mágica?

Existe un truco de magia que representa fielmente el arte de escribir. En él, el ilusionista muestra una pelotita y tres vasos invertidos sobre la mesa. El juego consiste en que el espectador debe acertar bajo qué vaso quedó la pelotita tras el veloz movimiento de manos que solo un prestidigitador es capaz de lograr. Sabe muy bien el espectador que no se trata de un juego justo, ya que el mago ha dedicado la vida entera a montar esa pantomima de funcionalidad en la que -y esto sí podrían ignorar muchos lectores- la pelotita nunca se encontró bajo ningún vaso, sino en un bolsillo secreto bajo la manga de la camisa del Increíble Señor Ficción.

Aunque un mago jamás revela sus trucos, les pediré que se concentren en un momento clave del show: el comienzo. ¿Han notado cómo el ilusionista muestra primero los vasos uno por uno como prueba de transparencia? Pues este aparente despliegue de honestidad es nuestra primera artimaña, diseñada para desorientar más todavía a un espectador que llegó a nosotros ya con toda la voluntad de ser burlado.

domingo, 4 de marzo de 2018

Bécquer, no sólo rimas



A corta edad, cuando todavía no nos damos de cara con el verso libre y la mediocridad del profesor conjura a favor de las rimas y el paporreteo, Gustavo Adolfo Bécquer resulta la cumbre del lirismo. 

Pasan los años, ya en la secundaria, y el vate sigue siendo rostro o imagen del sentimiento hecho texto, del amor mas cursi. Y hasta el dibujo que lo representa es icónico, al modo de un Ché de mediados del siglo XIX. Nunca se nos ha ocurrido averiguar sobre su vida ni sobre su obra. Y nos asalta una cuestión: ¿Existió?

Claro que existió. En "La España vacía" el poeta recién se corporeiza. Es un tipo común y corriente que decide llevar su tuberculosis, la fatalidad romántica por excelencia, fuera de la ciudad para mejor tratarla y para interponer entre él y su mujer una distancia liberadora: no se llevan bien.

Alejado de su tormento, él, a quien se le suponía enteramente prendado de ella, aguarda todos los días angustiado la llegada de los diarios. Despachará luego con el transporte que le lleva las noticias, las crónicas que reforzarán su aura de romántico.

Arriba, la foto de medio cuerpo de Bécquer. 

sábado, 3 de marzo de 2018

Un empoderado en el invierno


Una temporada en el infierno (¿1873?) es una verdadera arma de destrucción masiva, acaso lo más cercano a la bomba de hidrógeno que pueda expresarse en poesía.

Arthur Rimbaud escribió únicamente durante su adolescencia, entre los 15 y los 19 años. Luego, se dedicó a traficar esclavos y armas hasta que la muerte por fin pudo alcanzarlo a los 37.

Pareciera que el único objetivo de su existencia fue lanzar este misil nuclear, esconder la mano y salir corriendo despavorido antes de que le explotase en la cara.