domingo, 24 de febrero de 2019

Entrevista en HCM Radio TV


Agradezco a Jhonatan Ramírez y al canal HCM Radio TV por esta entrevista que me realizarán el viernes 01 de marzo junto a los escritores Edwin André y Jorge Luis Roncal Rodríguez como parte de su programa Confidencias en el tiempo.

jueves, 14 de febrero de 2019

El retiro de Alfredo Bryce


Recuerdo haber intentado leer Un mundo para Julius varias veces, algo muy raro, ya que suelo abandonar un libro a las pocas páginas cuando éste no capta mi atención o falla en hincarme alguna fibra íntima. La prosa de Bryce, aunque magistral, simplemente no es para mí. Nunca supe por qué y ésta es una pregunta que no me he esforzado en responder, ya que mis libros son meros artefactos de goce que no puedo seguir usando si no cumplen con su cometido desde el inicio.

Mi fijación por la literatura como fuente de endorfinas es una de las razones que me hace sentir satisfecho de no haberla elegido como carrera universitaria. El leer libros por obligación y estudiar autores soporíferos hubiese sido una tortura académica que bien hubiese podido matar la literatura para mí. Por ello, si mis padres me hubiesen dado a elegir, habría escogido estudiar artes plásticas, ya que siempre fui torpe con las manos y me hubiese fascinado pasar años de entrenamiento hasta dominar los óleos, el pincel, el cincel y la roca.

Probé con algunos cuentos de Bryce y tampoco me causaron efecto alguno. Fue curioso porque en todos ellos pude reconocer la mano de un maestro de la prosa. Existen maestros, sin embargo, que no logran inspirarnos. En la poesía, me sucede lo mismo con Antonio Cisneros y Blanca Varela: no me hacen sentir nada. Diría, entonces, que la literatura es para mí un refugio solamente comparable al beso apasionado de una amante, y más aun, al contacto sexual. Se trata de un fenómeno tan subjetivo que los criterios académicos se vuelven irrelevantes: ante un libro puedo encontarme íntimamente asombrado y adicto, o presa total del hastío y la indiferencia.
No obstante, por alguna razón siempre he disfrutado de sus entrevistas (salvo en las que se encuentra alcoholizado), ya que si bien su mente brillante no logra encandilarme en la ficción, sí arroja en la vida real las luces de simplicidad y desfachatez que solo tienen los genios cuando se expresan de forma espontánea. Bryce no apela a recursos literarios al hablar, sino que más bien conserva un tono confesional propio de quienes ya lo han visto todo y son conscientes de la proximidad de la muerte.
Sus antimemorias, Permiso para retirarme (Peisa, mayo de 2019) será su última novela. Será también, quizá, mi última oportunidad de reconciliarme con un autor cuya obra jamás me desagradó, sino que siempre se escondió de mí tras filtros estéticos y sentimentales demasiado lejanos de los míos. Algo en esta entrevista con sabor a despedida me dice que esta despedida sí logrará capturarme y me permitirá, por fin, conocerlo.
ENTREVISTA DE ENRIQUE PLANAS A ALFREDO BRYCE
EP: ¿Cuáles son sus estrategias para combatir la depresión?

AB: Salir, viajar, moverse, no dejarte ganar por la enfermedad. Siempre camino todas las mañanas y tengo una bicicleta estacionaria donde pedaleo un rato cada vez que me acuerdo. Ahora no estoy escribiendo, pero estoy leyendo con gran placer, porque además me sirve para tener vivos los idiomas que con tanta dificultad aprendí. Ahora leo El viejo y el mar, de Hemingway en italiano, solo para practicar una lengua maravillosa.

EP: A inicios de los años setenta, Un mundo para Julius fue leída como una crítica brutal a la oligarquía. Cuando uno lee hoy esa novela, lo que encuentra es un doloroso testimonio familiar ¿El éxito suele obedecer a razones equivocadas?
AB: Cualquiera que quiera escribir para ser famoso se ha equivocado totalmente. Y mira que ya había quienes pensaban así en esa época.

EP: ¿Manuel Scorza, por ejemplo?


AB: Scorza es el mejor ejemplo, sí. Era un producto de sí mismo. Fue un vividor total de la izquierda. Como una vez que lo encontré en París. Ambos vivíamos allí, pero nos veíamos poco. Yo cruzaba la calle y le digo: ¡Qué bien se te ve! "Y eso que no soy un producto acabado", me contestó.


Entrevista completa.

domingo, 10 de febrero de 2019

Mario Vargas Llosa, su apoyo a Fidel Castro y a otros personajes monstruosos


Comenzaré con este párrafo de la reseña que escribió Beto Ortíz sobre El cine malo es mejor, de Javier Ponce. (A propósito, tampoco me importa quién es Beto Ortiz como persona).

“Javier Ponce es genial pero fujimorista” —me whatsappea un amigo gay pero caviar. “A mí qué chucha” —le respondo— “así fuera nazi pero caníbal, yo lo leería igual”.

Nunca me han interesado las vidas de los escritores, sino únicamente sus obras. Mi mayor antipatía contra MVLl viene de haberse vendido al nefasto régimen de Fidel Castro, así como muchos intelectuales de su generación, varios de los cuales apoyaron esta barbarie hasta la muerte. (MVLL tuvo, al menos, la decencia de alejarse para nunca más volver). Su apoyo a uno de los peores sátrapas de la historia jamás hizo, sin embargo, que dejase de admirarlo como el gran artista que, en mi opinión, es. Me sucedió igual con Gabriel García Márquez, castrista confeso, pero maestro de la literatura.

Aunque me cae mal su actual cercanía con la realeza española, a la que apoya a pesar de sus abusos contra la libertad de expresión, MVLl es un simple ser humano; no es, ni será jamás nada más que eso. Grabémonos bien que los escritores son exactamente como cualquier hijo de vecino: con las mismas taras, prejuicios y debilidades que el resto de los mortales, así dominen el idioma y las artes al derecho y al revés. Los grandes escritores no son seres iluminados, ni muchísimo menos. Suelen ser, más bien, personas muy difíciles de soportar. Siempre he considerado que su única riqueza se encuentra en sus creaciones y yo no me sentaría a la mesa con ninguno de mis grandes ídolos así tuviese la oportunidad de  hacerlo, ya que la gran mayoría no solo son individuos bastante ordinarios, sino que además suelen estar convencidos de formar parte de la reserva moral e intelectual de la humanidad, algo que está, por supuesto, muy lejos de ser cierto.

Hoy, MVLl se manifiesta conta Pedro Sánchez, aparece junto a personajes nefastos de Vox y yo no me inmuto: seguiré leyéndolo. Mañana, se morirá y tampoco me inmutaré. No me enstristeceré, ni iré al cementerio a dejarle flores y tomarme fotos con su tumba, como jamás he hecho ni haría con ningún otro escritor del mundo. El único aporte de un artista a la humanidad son sus obras. El resto es vulgar carne, hueso y cenizas.

martes, 5 de febrero de 2019

El no dilema de Salinger


Jerome David Salinger fue el único escritor cuya obra me condujo a desarrollarle cariño como persona. Aburridos, frívolos, amargados y con egos insufribles, la gran mayoría de escritores no somos personas muy agradables. Suelo evitar a mis colegas, y por eso, siempre dividí al individuo en dos: por un lado, sus libros, que son artefactos dignos de veneración. Por el otro, el escritor, quien no me genera mayor simpatía ni respeto que el anónimo cajero de un banco o aquel vecino misterioso con el que jamás cruzo palabra ¿Por qué entonces es Salinger la excepción, sobre todo teniendo en cuenta que él tampoco fue una persona muy agradable?
Como no tengo respuesta a esta pregunta, solo me queda especular. Quizá se debe a que El guardián en el centeno me abrió los ojos a una realidad que siempre observé, pero que nunca atiné a definir, y menos a narrar, por considerarla parte de un universo con muy poco atractivo literario. La novela, así como los escasos cuentos que publicó, se revuelve en torno a un personaje que tiene mucho de Salinger mismo. Holden Caulfield vivió una adolescencia como la que vivimos muchos de nosotros: apasionada y atormentada a la vez, donde en total caos, amigos y compañeras sentimentales desfilaban sin lograr jamás menguar por mucho tiempo la sensación de soledad que nos consumía las veinticuatro horas, y que curiosamente, solo dejaba de doler al encontrarnos completamente solos.
Luego de publicar apenas cinco libros, Salinger se recluyó en su casa de los suburbios, de la que prácticamente no saldría en cincuenta años. Apenas cruzó su puerta para furtivos encuentos amorosos, misteriosas conversaciones con amigos en Nueva York y espantar periodistas insistentes con los ojos desorbitados y el puño en alto.
Fueron cincuenta años en los que no paró de escribir y solo buscó autosatisfacerse leyéndose a sí mismo, llegando al extremo de hacer firmar a sus esposas, amantes y amigos acuerdos de confidencialidad para que ninguna de esas obras viese jamás la luz. Hoy, a nueve años de su muerte, todos los candados han sido violados y su familia publicará estos escritos inéditos que volverán a poner de cabeza la literatura anglosajona, tal como hizo El guardián en el centeno en 1951.
¿Debería respetarse la férrea terquedad del autor de nunca publicar sus textos? Es aquí que Salinger desaparece como persona y veo solamente al maestro de la literatura cuyo legado para la humanidad no puede permanecer oculto si se dan las condiciones para compartirlo. Después de todo, él ya está muerto y las tumbas son solo eso: tumbas donde todo cuerpo se degrada por igual y termina siendo solo huesos. Sus obras, en cambio, son un patrimonio tan valioso para la especie humana como los aportes de la ciencia y las maravillas de la naturaleza. Para mí no es un dilema. Entre el individuo y el escritor, el escritor saldrá siempre ganando, así sea ésta una derrota para el individuo.
Yo ya no puedo esperar a leer todo lo que él jamás quiso que nadie leyera.


Presentación de Distancias



Me complace presentar Distancias, el segundo libro de mi gran amigo y poeta Rodolfo Suito este sábado en Casatomada Librería & Café.

Finalizaremos con una lectura de poemas a cargo del autor.

La cita es este sábado 09 de febrero desde las 08:00 de la noche en Casatomada.

Poetas al micrófono:
- Etiel Taupier
- Fernando Reverter
- Andrea Dávalos
- Renzo Brusco.

Los esperamos.