jueves, 17 de enero de 2019

La palabra en su complejidad autoconsciente


Por Julio Barco


Viajar como Cavero es deslindarnos del tedio -la psiquis bulliciosa, el infinito de los paisajes- para penetrar en el mar que somos.

Se comprende que necesariamente con la poesía uno se incendia. Y el infierno que se vive, es un viaje de ida y vuelta. Y es un viaje (un viento fresco estremeciendo tus sueños, según Verástegui) Vamos y venimos en los versos, golpeando el aire en su trance, buscando aquello que los simbolistas hace años llamaron: éxtasis. Aquel estado que nuestro filósofo Mario Iberico tradujo como encantamiento, o estado artístico.

Es así que, en tono trágico, llegamos saltando por el tiempo hasta la primera vanguardia nacional, y la voz chirriante, taciturna, loca, vacía, desmesurada de Martín Adán y su escrito a ciegas. El sueño y la palabra y la inexorable búsqueda poética. En el caso de Carlos Cavero (Lima, 1978)  con su nuevo poemario: Capturas de escafandra. A diferencia de Eguren que amaba los caminos inexplorados,  sigue los “pasos fijos” (1) Quizás por esto, el autor-ser-autoconciencia tiene la mirada de cirujano y su navío, más que una balsa o un barco ebrio, es una escafandra.
Armadura que, si bien nos introduce al fondo del mar, también es cuidado-útero-escudo.  Palabra y latido y símbolo: el proyecto de Carlos se torna entonces una acción meticulosa. Tras sumergirse y “gritar buscando auxilio en la calle”(2), la realidad – cuestiones, política, cotidianidad-se amplifica, problematizando, con lenguaje bruñido, sus propios límites. La voz del poeta no nace bajo la furia del delirio, o del encuentro de la verdad mayor desde la que cantar, o -en su defecto- de fórmulas que interrogan el juego del propio sujeto (como se viene cuestionando desde la poesía última universal: la capacidad de ser yo, de poder hablar, la capacidad del lenguaje de poder trazar sentido)  Como sugiere en el poema Secuela quien se “insemina despierto” (…) “jamás alcanzará a ver mis ojos” Lo que me hace reflexionar sobre la inseminación  despierta, camino de vuelta a ese no ser ya una voz poetizada, sino el mismo UNo, en su jaula. LO que también augura inquietantemente incertidumbre, digno – en síntesis- del camino que siguen los locos y poetas.
Ya en ese Mar HONDO -siguiente sección del libro- ( recuerden aquí el libro UN iceberg llamado poesía, con el que Pablo Guevara ganó hace años un COpé), ese Mar Adentro que también, en su pluralidad y complejidad es el ser (o el yo – “yo es otro” como atina RImbaud) vibra la mirada de un ser, un lienzo nítido instrospectivo, esa sutileza para bordar su voz en el espacio-tiempo del papel, mas que conectarse con la Tradición Nacional, manifiesta con certeza el desconcierto de sus ojos. EN ese Mar Adentro, repito, la psiquis bulliciosa, el infinito de los paisajes, el ojo humano son “argumentos estériles”
Las dos últimas secciones (Oxitocinas – ENdopaminas, hormonas que secreta el hipotálamo durante la relación sexual, el primero, y precursora de la adrenalina, el segundo) la poética gira y complejiza sobre todo los juegos humanos, entre lo biólogo es evidente y  los inevitables límites sobre nuestras propias perspectivas y las formas que asumimos o nos entendemos. EL juego de barro que somos, natural, atado como los árboles a la tierra húmeda, y el infinito de la complejidad a la que, gracias al lenguaje (dentro de la neocorteza-en el tercer cerebro) los humanos nos seguimos reflexionando, cuestionando, sintiendo. EL mar, esa aventura. Nosotros como ese mar. Y la palabra como la fotografía (¿capturas?) que persigue atrapar el instante, entre los desasosegados paisajes interiores, y el inevitable ondular de la vida. O como dice Cerati: como estalla mi alma. En fin, las aguas del mar vuelven agitadamente nuestros ojos al unívoco movimiento. Y la escafandra deja la tibia tierra.

Seremsa, 2018.
1. Del poema Autoperdón. Pág 28.
2. Del poema Invierno. Pág 12.

[Reseña de la revista literaria Lenguaje Perú]

martes, 15 de enero de 2019

Entrevista en ANP Radio


Gracias a Percy Taira y a Juan Mujica por esta gran conversación.

(A partir del minuto treinta y dos).

Out Of The Furnace


[Advertencia. Reparto de lujo: Christian Bale, Casey Affleck, Willem Dafoe, Woody Harrelson y Forest Whitaker].
Esta epopeya de marginalidad y pobreza extrema sucede en Pennsylvania, parte del Rust Belt (Cinturón del óxido), conjunto de estados que fueron sumamente ricos hasta la primera mitad del siglo XX gracias a la producción de acero e industria pesada. Entre ellos se encuentran Wisconsin, Michigan y West Virginia, estados que se vinieron abajo desde que los Estados Unidos comenzaron a tercerizar su mano de obra a países como China. Las consecuencias fueron desastrosas. Millones de obreros blancos con buenos sueldos y un estilo de vida basado en el trabajo duro y orgulloso quedaron en la completa miseria. Décadas de abandono causaron que familias enteras perdieran sus casas, que los jóvenes tuvieran que abandonar la universidad y que un aumento sin precedentes de la prostitución y el consumo de drogas terminasen por arrasar la región. Para quienes fueron testigos del brillo de Pittsburgh en sus años dorados, es triste ver en lo que se ha convertido hoy. La mezcla de resignación, desesperación y resentimiento que en el Perú termina concediendo votos a populistas como Keiko Fujimori, Ollanta y Antauro Humala, Marco Arana y Gregorio Santos -despertando, además, simpatías hacia movimientos como el Movadef- jugó un papel crucial en la victoria de Trump en todos estos estados. La esperanza en un líder que amenazaba con sacudir el sistema se sumó a la seguridad que otorga el no tener nada que perder. Además, Trump prometió reabrir las fábricas, algo que -vale aclarar- ha venido cumpliendo desde que asumió el mandato.
Out Of The Furnace significa literalmente “Fuera del horno”, y se hace referencia, en un nivel básico de análisis, a las inmensas plantas de fundición donde los jovencitos blancos van a entregar sus vidas para sufrir muertes tempranas a causa de los accidentes y los gases tóxicos. En la película, podemos ver al padre del protagonista como un estoico pero moribundo anciano postrado en una cama con las vías respiratorias destruidas. No hay dinero para el tratamiento médico. Muere.
El hermano menor de protagonista, recién llegado como héroe de Irak, se encuentra en la misma situación de tantos jovencitos en el Rust Belt: le sobran las medallas, pero no le alcanza para comer. Desesperado, decide incursionar en las apuestas y pierde. Necesita mucho dinero para pagar o irán a buscarlo y lo matarán o le quebrarán las piernas. Entonces, se le ocurre partir hacia el Ramapo, la cordillera verde de los Montes Apalaches, donde hasta el día de hoy se organizan peleas ilegales, sin guantes ni reglas, y donde era común -según algunos, lo sigue siendo- que el peleador victorioso le arrancase al derrotado un globo ocular, como parte de una práctica conocida como “gouging”. Son jóvenes y viejos a los que el no tener nada ya que perder los impulsa a matarse unos a otros por algo de dinero para la comida, los hijos, el alcohol y las drogas. Éste es diálogo entre John, organizador de peleas (Willem Dafoe) y Rodney, el joven veterano de Irak (Casey Affleck) y su hermano mayor, Russell (Christian Bale):
-Hey, vamos a pelear en Jersey, allá en el Ramapo hay peleas.
-No me menciones eso.
-No es para ti ¿por qué? He oído que se gana buena plata.
-Mira, Rodney, ve a trabajar a la planta, como tu padre y tu hermano. Esa no es una forma para ti de ganarte la vida. Tú eres un buen chico con un buen corazón.
(...)
-No quiero trabajar en esa maldita planta, hombre. Quiero ser como tú, John.

[Luego, Rodney se dirige a Russell]
-¿Dónde has estado?
-Allá con los amigos.
-Bueno, parece que tus amigos juegan rudo.
(...)
-Hey, déjame ver tus manos.
-¿Qué?
-Déjame ver tus manos. Rodney, ven acá y déjame ver tus putas manos.
-Vamos, no empieces [le muestra sus manos heridas por golpear a sus rivales sin guantes).
-¡Qué es esto!
-No vengas a reprocharme.
-¿Eso es lo mejor que puedes hacer?
-¿Qué crees tú que debería hacer?
-No lo sé… Asfaltar las pistas para el Departamento de Carreteras. Carajo, ponte a vender zapatos. Ven a trabajar a la planta. Ven a trabajar a la planta, te estoy diciendo. Roach te dará trabajo con nosotros.
-No, hermano, antes muerto que trabajar en esa puta planta. A la mierda con la planta ¡A la mierda con la planta!
-Yo trabajo en la planta, oye mocoso insolente. Y es lo suficientemente buena para mí.
-¡Esta planta de mierda mató a nuestro padre!
-Oye, deja de ser tan orgulloso cuando se trata de ganarte la vida. No hay nada de malo con la planta.
-¿Qué acabas de decir?
-Que no hay nada malo en trabajar para ganarse la vida.
-¿Trabajar para ganarse la vida?
-Sí.
-¿Eso es ganarse la vida, hijo de puta? ¿eso es acaso trabajar para ganarse la vida? ¿es ganarse la vida cuando [en Irak] yo he cargado las piernas de mi mejor amigo bajo un brazo y el resto de su cuerpo bajo el otro brazo? ¡He visto a un puto bebé sin cabeza! ¡He visto una pila de pies mutilados en medio de la calle y yo tuve que hacer la limpieza! Le entregado mi puta vida a este país ¿eso no acaso es ganarse la vida? ¿y de qué me ha servido? ¿eh? ¡de qué mierda me ha servido!
-Vete a la mierda.

[Nuevamente, se dirige a John]:
-Consígueme esa pelea en el Ramapo.
-Te dije que no me volvieras a hablar del tema.
-Necesito una maldita última pelea, John. Solo dame una buena pelea, por favor. ¡Una buena maldita pelea, por favor! Es todo lo que te pido ¿Podrías hacer eso por mí?
-No. Créeme cuando te digo que no quiero verte poner un pie en esas montañas
-¿Cuál es el maldito problema?
-El maldito problema es que he trabajado con estos tipos por mucho tiempo, y cuando no obtienen lo que quieren, se ponen bravos.
-Ah, conque se ponen “bravos” ¿no?
-Sí. Tú no los conoces.
-¿Ah sí? ¡John, puta madre, no tengo muchas opciones! Yo puedo entrarle a esas cosas de pueblerinos.
-¡Cálmate, mierda!
-¡Tú escúchame, mierda! Ok. Por favor. Lo siento.
-Estoy tratando de protegerte.
-Carajo, solo llámalos, John ¿por favor?
-No lo voy a hacer, Rodney. Yo no los voy a llamar.
-Bueno, entonces no te voy a dejar en paz hasta que lo hagas ¡Llámalos!
-Rodney…
-Llámalos
-Rodney…
-Tan solo llámalos, por favor.
-Rodney…
-Por favor, llamalos, solo te estoy pídiendo una pelea. Por favor, llámalos. Por favor, llámalos.
-¡Puta madre, Rodney! ¡Tú te metes con esos incestuosos y vas a regresar arrastrándote!

Aquí viene la controversia. En realidad, más que “incestuoso”, el vocablo inglés “inbred” se refiere despectivamente a las personas que son producto de relaciones incestuosas. A diferencia de lo que sucede en América Latina, en los EE.UU. existe un prejuicio muy fuerte contra los romances entre primos, incluso si estos son de segundo grado. Es algo que no solo queda en el prejuicio, sino que está penado por la ley. Y en estas poblaciones olvidadas del Cinturón del óxido, los Apalaches, y más aun en los rincones más altos del Ramapo, el incesto y la endogamia son práctica común que ha originado una plaga de desórdenes genéticos, manifestados muchas veces en deformidades físicas, limitaciones en el coeficiente intelectual o en casos extremos como el de la familia con piel azul (https://www.youtube.com/watch?v=f6juvi3N1qs).
De más está decir que ésta es otra de las razones por las que los blancos citadinos no ven con buenos ojos a los blancos del campo, y es común oír frases similares a las trístemente normalizadas en Lima: “¡Esos serranos viven como animales!” (cámbiese “serrano” por “hillbilly”). Es tal el desprecio y el temor que muchos americanos citadinos sienten hacia los pueblerinos montañeses, que fueron estos últimos fuente de inspiración para macabras leyendas sobre seres monstruosos de los bosques que eran producto de generaciones y generaciones de sexo entre hermanos. Por eso, abundan películas como “The Hills Have Eyes”, donde los pueblerinos aparecen como seres infrahumanos y violentos, o “Deliverance”, donde se les representa como salvajes sin piedad que tienen sexo con cerdos y no dudan en torturar y asesinar a cualquier citadino que ose aventurarse en sus montañas. El villano de Out Of The Furnace (Woody Harrelson) Harlan DeGroat es el estereotipo -genialmente representado- que tienen los citadinos de los montañeses: es alcohólico, heroinómano, salvajemente violento contra hombres y mujeres, y -por supuesto- no trabaja. El escándalo mediático surgió porque en los Ramapo existe la verdadera familia DeGroat, y se sintieron tan indignados ante la película que no dudaron en salir a protestar, promoviendo incluso el boicot. Al final, sin embargo, nadie les hizo mucho caso por una gran verdad que los DeGroat y la gente del Ramapo declararon: “Los blancos pobres del campo somos la única minoría a la cual todavía es válido humillar”. Así, estereotipos como el del negro delincuente (y el “blackface”), la latina sexy pero bruta, el nativo americano con arco y flecha, y el asiático pervertido, han ido disminuyendo en una cultura pop cada vez más política correcta, mientras que las burlas contra una población tan vulnerable como los blancos montañeses no han hecho sino multiplicarse.
En una escena de la película, el alguacil (Forest Whitaker), habla con Rusell sobre su hermano, joven héroe de Irak y peleador callejero ahora desaparecido en las alturas de los Ramapo:
-Son generaciones y generaciones de esa gente que jamás ha bajado de su montaña. Ellos tiene su propio sistema de justicia y eso no nos incluye a nosotros. Ni siquiera la policía local, con varios patrulleros, ha sido capaz de encontrar nada. Así que ya lo sabes: aquí yo estoy atado de manos.
Russell, enfurecido ante la impotencia y mediocridad de la policía, decide entonces coger un arma, subirse a su destartalado auto y subir él mismo a las montañas en búsqueda de su insolente pero adorado hermano menor. Es la única familia que le queda, luego de que la pobreza le arrebatara su padre y a la mujer de su vida. Cuando llega a lo alto de los Montes Ramapo, lo espera un panorama digno del Infierno de Dante. Jóvenes y viejos tambaleándose por las calles como zombies, todos drogados, paranoicos y con las manos listas para apretar el gatillo ante cualquier sobresalto. Así, comienza su búsqueda de DeGroat, amo de los Ramapo a quien Russell culpa por la desaparición de su hermano. Haciéndose pasar por un consumidor más de heroína y valiéndose de aquellas artimañas de las que solo somos capaces los padres y los hermanos mayores, consigue entrar a la cabaña de DeGroat, donde los sillones y el piso se hallan cubiertos por pilas de adictos. Custodiado por un par de jóvenes del Ramapo, llega hasta la habitación de uno de los peces gordos, a quien pide una cantidad de metanfetamina.
-¿Quién carajo eres tú? -le pregunta el gran dealer al ver un rostro desconocido en su antro de drogas.
-Solo estoy de pasada.
-No te he preguntado adónde vas.
-Bueno, yo no te he preguntado quién eres. Solo quiero drogarme, y nuestro dinero es verde [Russell anda acompañado de un anciano a quien ya no le importa morir y se ofrece como voluntario para acompañarlo en su misión suicida hacia los Ramapo].
-Bien, entonces han venido al lugar indicado. Les diré que ustedes deben tener los huevos bien puestos para venir hasta acá sin conocer a nadie. En fin, si su dinero es verde, no hay problema. Esto es cristal puro -menciona mientras le muestra una bolsa con metanfetaminas, y aun sospechoso de que Russel sea un soplón o un policía encubierto, lo reta- a ver, préndelo.
-Se ve bien para mí ¿cuánto?
-No, prende esa mierda. Te a volar los huevos, hermano.
-Te dije que ya estoy drogado ¿cuánto?
-¿Así que no sabes cuánto cuesta?
-¿Conoces a Harlan DeGroat? -Russell le lanza la pregunta.
-¿Esto es una broma? -contesta el dealer, incrédulo y alarmado ante la sola mención del pez más gordo de toda la región del Ramapo, de quien Russell anda en cacería humana.
-¿Por qué bromearía con una cosa así?
-Porque ésta es su casa.
-¿Él está por aquí?
-No lo sé. No soy su niñera.
-Ok.
-Nos vamos. Volveremos más tarde.
-¡Hey! -grita el dealer desde su asiento. Russell y el anciano voltean cautelosamente, como esperando a que empiece la balacera.
-Te olvidaste de esto -y le lanza la bolsa con metanfetaminas, como diciéndole “Ya sé quién eres”.

En un antro donde las paredes tienen ojos y todos andan con una mano en el arma, Russell ya quedó en evidencia como un farsante y un enemigo de DeGroat. La historia, sin embargo, está muy lejos de terminar.

domingo, 13 de enero de 2019

Créditos finales de Kill Bill Vol. 2: Malagueña salerosa


♫ Qué bonitos ojos tienes
Debajo de esas dos cejas
Debajo de esas dos cejas
Qué bonitos ojos tienes ♫

Aunque no suelo recordar los soundtracks luego de una película, Kill Bill está lleno de sorpresas musicales que se adhieren incluso a la memoria más frágil y a la mente más dispersa. Quentin Tarantino, como buen maestro de encajar elementos aparentemente incompatibles entre sí, finaliza la epopeya de Beatrix Kiddo (La Novia) con el clásico de la canción mexicana Malagueña salerosa. En esta oportunidad, lo interpreta Chingón, banda que Robert Rodríguez improvisó para filmar en 2003 Once Upon A Time In Mexico, y que se mantuvo luego como fiel acompañamiento de Rodríguez y su grupo de cineastas delirantes, entre los cuales se encuentran Eli Roth, y por supuesto, el mismo Tarantino.

¿Qué diablos hace una canción amorosa en español en medio de esta ultraviolenta historia en inglés, japonés y chino? ¿cuál es la relación? Pues ninguna. Esa es precisamente la magia.

♫ Malagueña salerosa
Besar tus labios quisiera
Besar tus labios quisiera
Malagueña salerosa
Y decirte niña hermosa ♫

Así, Tarantino nos va mostrándonos a los actores uno por uno en escenas emblemáticas de las dos cintas. Bill, padre de la hija de Beatrix, aparece muerto en el piso mientras los créditos en letras amarillas nos recuerdan que se trata del gran David Carradine. Chiaki Kuriyama (Gogo) aparece sangrando por los ojos justo en el momento en que La Novia le atraviesa la nuca con un tablón de púas. Yoshijuki Morishita es solo acreditado como “Hombre de negocios de Tokio” en el momento en que Gogo le atraviesa el vientre con un sable, como culminación de uno de los diálogos más absurdos de una película donde el absurdo es la constante, la esencia y la meta:

Hombre: ¿Te gustan los Ferraris?
Gogo: ¿Ferraris? ¡Basura italiana!
[Asqueada, golpea su botella de licor contra la barra del bar donde se halla bebiendo. Desafiante, se dirige hacia el nervioso japonés que trata de impresionarla]
Gogo: ¿Le gustaría penetrarme?
[El hombre de negocios ríe nerviosamente ante la propuesta].
Gogo: ¡No se ría! ¿le gustaría penetrarme? ¿sí o no?
Hombre: ¡Sí!
[Gogo entonces lo apuñala]
Gogo: ¿Cómo se siente ahora, campeón? ¿todavía quiere penetrarme? ¡Ahora soy yo la que lo penetró a usted!
[Retira de golpe el arma punzocortante y ríe mientras el tipo cae muerto sobre el piso].

Beatrix Kiddo aparece magullada, pero feliz al volante del auto y rumbo a la paz que espero por tantos años mientras las letras amarillas escriben el nombre de Uma Thurman. La guitarra eléctrica -tocada nada menos que por Robert Rodríguez- continúa, mientras una voz de mariachi pop alarga la estrofa final de la canción:

♫Eres linda y hechicera
Eres linda y hechicera
Como el candor de una rosa
Y decirte niña hermosa ♫

No puedo pensar en una mejor manera de cerrar una historia como ésta. Yo creo que no existe.

Winter's Bone



De los Estados Unidos, he tenido la suerte de conocer solo los estados más ricos: Alaska, California, y uno de los oasis de Florida: South Beach, donde no ve más que riqueza por todos lados. Hace un tiempo, las declaraciones de la actriz Kirsten Dunst causaron cierta polémica luego de un viaje por carretera que la llevó por Tennessee, Luisiana y Arizona:

-Después del viaje, pensé “Wow ¡nuestro país es tan pobre! Es algo que nadie piensa. Visitamos los pueblos donde hay restoranes y grifos. Hay bonitos paisajes, pero la mayoría de las personas vive muy modestamente. Las costas Este y Oeste son muy distintas del resto de los Estados Unidos.

La controversia le cayó encima por dos razones: muchos habitantes de las costas no conocen la realidad del interior del país, y abundan los campesinos del interior que no se consideran pobres, ya sea por orgullo o por convicción.

Es difícil, en efecto, imaginar la Cordillera de los Montes Apalaches y los Ozarks, como la versión norteamericana de los Andes, con ese mismo abandono por parte del gobierno y esa misma gente del campo aferrada a sus costumbres ancestrales que se resiste a integrarse al mundo de los citadinos, quienes no suelen verlos con buenos ojos. “Redneck” es un término despectivo hacia estos pueblerinos que bien podría equivaler a “cholo” en el Perú, y que se refiere a los blancos campesinos, ignorantes y “sin clase”. “Hillbilly” es como se les conoce a los habitantes de las montañas -acaso “serranos” (en su peor acepción peruana) o “recién bajaditos”. Algo curioso es que al igual que los habitantes de la serranía peruana, no son una minoría racial despreciada sino más bien parte de la gran mayoría, tal como en nuestro propio país. Quienes habitan en los Apalaches suelen ser los más blancos de los blancos, descendientes directos de los primeros colonos irlandeses ¿Cómo entonces terminaron ocupando un lugar tan bajo en la escala social de los Estados Unidos?

Se cuenta que la mayoría de píoneros evitaron a toda costa mezclarse con los indígenas, a diferencia de los conquistadores españoles en América Latina, que dieron origen al mestizaje ni bien terminaron de poner dos pies en nuestro subcontinente. Los británicos, en cambio, se dedicaron a exterminar a los nativos norteamericanos, y muchas veces cuando llegaban a un nuevo poblado, encontraban a todos los indígenas ya muertos por los virus que trajeran de Europa. Así, América del Norte se les fue abriendo y entregando mucho más fácilmente de lo que pensaron. Sin embargo, como siempre hay un grupo de rebeldes, algunos hombres blancos se involucraron con mujeres indígenas y engendraron hijos. Estas nuevas familias no tenían lugar adónde ir, ya que los tanto los blancos como los nativos americanos los consideraron ”sangre sucia”, y los echaron lejos. Fue en el exilio que estas parejas birraciales y sus niños se refugiaron en lo alto de los Apalaches y llegaron hasta los Ozarks. Perdieron todo contacto con su lado blanco y con su lado indígena, y crearon su propia cultura. Por alguna razón, sus descendientes lucen casi por completo blancos y es difícil detectar la sangre nativa en estos caucásicos rubios o pelirrojos que muestran todas las dolorosas señales de la pobreza y el abandono: la dentadura incompleta, múltiples adicciones, un nivel muy alto de analfabetismo y deserción escolar, así como una tasa record de ingreso a los penales, mayormente por delitos relacionados con narcóticos.

A estas zonas paupérrimas, en algunas de las cuales no se cuenta con servicios de agua, ni desagüe, se les conoce como “pueblos de metanfetamina”, ya que es el abuso de esta potentísima droga se encuentra generalizado, tal vez solo superado por el OxyContin, más conocido como “la heroína de los serranos/recién bajaditos", una sustancia mucho más barata y tóxica que la heroína misma, cuyo consumo también se ha generalizado.

Es en los Montes Ozarks que se desarrolla la historia de Winter’s Bone, protagonizada por Jennifer Lawrence (Ree) en lo que fue, según muchos, el mejor papel de su carrera, así como en el que se inspiraron más tarde para crear a Katniss, la heroína de Los juegos del hambre. Winter’s Bone, sin embargo, es todo menos comercial y optimista. El padre de Ree abandona a su familia, constituida por una esposa adicta y tres hijos: la adolescente Ree y dos niños pequeños. Este hombre, un microcomercializador de drogas, debía mucho dinero y un día simplemente nadie lo vuelve a ver. Ree, como única persona sobria y casi adulta de la familia, se desvive por no dejar morir de hambre a su familia, llegando a cazar ardillas para pelarlas y cocinarlas al carbón como si fuesen pollos. Cuando va a pedir ayuda a las autoridades, éstas le preguntan:

-¿Y dónde está tu hombre?
-No tengo hombre.

La miran incrédulos. Sociedades como las de los Ozarks y los Andes suelen ser extremadamente patriarcales y no es mucha la importancia que se dé a la palabra de una mujer sola, aun en pleno siglo XXI. Ree busca por todos los medios averiguar qué sucedió con su padre, llegando a ser amenazada, secuestrada y golpeada por su atrevimiento. Nadie en el pueblo parece saber de su padre, y quienes parecen saberlo, tienen poderosas razones para cerrar las bocas.

En medio de un invierno helado, gris y sobrecogedor, somos testigos de la barbarie en la que viven estos seres olvidados por su gobierno, a quienes -así como a nuestros compatriotas de las zonas más pobres de Puno o Huancavelica- los citadinos prefieren, en el mejor de los casos, ignorar; y en el peor, despreciar.

Ree tiene buenas razones para no rendirse en la búsqueda de su padre, una búsqueda por la que ya sufrió vejámenes en manos de sus vecinos que viven de las drogas: un policía fue a buscarla y le anunció que si su padre no aparecía, tendrían que confiscarle la casa. La madre enferma, los dos niños pequeños y Ree quedarían no solo hambrientos -algo que podían al menos combatir comiendo pasto y ardillas- sino durmiendo a la intemperie en pleno invierno.

¿Qué me sorprendió de esta película? La fortaleza de Ree y la interpretación de una joven Lawrence a quien supe reconocer entonces como una joven promesa del cine.