jueves, 17 de enero de 2019

La palabra en su complejidad autoconsciente


Por Julio Barco


Viajar como Cavero es deslindarnos del tedio -la psiquis bulliciosa, el infinito de los paisajes- para penetrar en el mar que somos.

Se comprende que necesariamente con la poesía uno se incendia. Y el infierno que se vive, es un viaje de ida y vuelta. Y es un viaje (un viento fresco estremeciendo tus sueños, según Verástegui) Vamos y venimos en los versos, golpeando el aire en su trance, buscando aquello que los simbolistas hace años llamaron: éxtasis. Aquel estado que nuestro filósofo Mario Iberico tradujo como encantamiento, o estado artístico.

Es así que, en tono trágico, llegamos saltando por el tiempo hasta la primera vanguardia nacional, y la voz chirriante, taciturna, loca, vacía, desmesurada de Martín Adán y su escrito a ciegas. El sueño y la palabra y la inexorable búsqueda poética. En el caso de Carlos Cavero (Lima, 1978)  con su nuevo poemario: Capturas de escafandra. A diferencia de Eguren que amaba los caminos inexplorados,  sigue los “pasos fijos” (1) Quizás por esto, el autor-ser-autoconciencia tiene la mirada de cirujano y su navío, más que una balsa o un barco ebrio, es una escafandra.
Armadura que, si bien nos introduce al fondo del mar, también es cuidado-útero-escudo.  Palabra y latido y símbolo: el proyecto de Carlos se torna entonces una acción meticulosa. Tras sumergirse y “gritar buscando auxilio en la calle”(2), la realidad – cuestiones, política, cotidianidad-se amplifica, problematizando, con lenguaje bruñido, sus propios límites. La voz del poeta no nace bajo la furia del delirio, o del encuentro de la verdad mayor desde la que cantar, o -en su defecto- de fórmulas que interrogan el juego del propio sujeto (como se viene cuestionando desde la poesía última universal: la capacidad de ser yo, de poder hablar, la capacidad del lenguaje de poder trazar sentido)  Como sugiere en el poema Secuela quien se “insemina despierto” (…) “jamás alcanzará a ver mis ojos” Lo que me hace reflexionar sobre la inseminación  despierta, camino de vuelta a ese no ser ya una voz poetizada, sino el mismo UNo, en su jaula. LO que también augura inquietantemente incertidumbre, digno – en síntesis- del camino que siguen los locos y poetas.
Ya en ese Mar HONDO -siguiente sección del libro- ( recuerden aquí el libro UN iceberg llamado poesía, con el que Pablo Guevara ganó hace años un COpé), ese Mar Adentro que también, en su pluralidad y complejidad es el ser (o el yo – “yo es otro” como atina RImbaud) vibra la mirada de un ser, un lienzo nítido instrospectivo, esa sutileza para bordar su voz en el espacio-tiempo del papel, mas que conectarse con la Tradición Nacional, manifiesta con certeza el desconcierto de sus ojos. EN ese Mar Adentro, repito, la psiquis bulliciosa, el infinito de los paisajes, el ojo humano son “argumentos estériles”
Las dos últimas secciones (Oxitocinas – ENdopaminas, hormonas que secreta el hipotálamo durante la relación sexual, el primero, y precursora de la adrenalina, el segundo) la poética gira y complejiza sobre todo los juegos humanos, entre lo biólogo es evidente y  los inevitables límites sobre nuestras propias perspectivas y las formas que asumimos o nos entendemos. EL juego de barro que somos, natural, atado como los árboles a la tierra húmeda, y el infinito de la complejidad a la que, gracias al lenguaje (dentro de la neocorteza-en el tercer cerebro) los humanos nos seguimos reflexionando, cuestionando, sintiendo. EL mar, esa aventura. Nosotros como ese mar. Y la palabra como la fotografía (¿capturas?) que persigue atrapar el instante, entre los desasosegados paisajes interiores, y el inevitable ondular de la vida. O como dice Cerati: como estalla mi alma. En fin, las aguas del mar vuelven agitadamente nuestros ojos al unívoco movimiento. Y la escafandra deja la tibia tierra.

Seremsa, 2018.
1. Del poema Autoperdón. Pág 28.
2. Del poema Invierno. Pág 12.

[Reseña de la revista literaria Lenguaje Perú]