jueves, 6 de diciembre de 2018

Living On My Own



Soy desorejado y flojo para la música, un arte que solo disfruto por periodos. Rara vez en mi vida he escuchado un álbum completo y la mayor parte de las canciones que me acompañan hoy son las mismas que conocí durante mi adolescencia.

En 1993 me atrapó para siempre este alegre y desgarrador remix en la voz de Mercury. Aunque nunca fui fan de Queen, Living On My Own entró a mi playlist en la época del walkman, pasó por el discman, el reproductor de mp3 y hoy suena en mi teléfono. Es un techno disonante entre mi eterna colección de grunge, country, metal y rock en español.

Mientras que el sonido es por demás festivo, su letra es dolorosamente confesional: describe de forma genialmente concisa el sentir de quien adora su soledad y huye del mundo. A veces, sin embargo, es una soledad que duele y no se cura con compañía alguna. Es más, se siente peor cuando estás rodeado de personas. Tal vez es común cuando tienes quince años, eres introvertido, enamoradizo y tu cabeza anda siempre por las nubes.

Esta tarde, entusiasmado al oír a mi hija cantar Bohemian Rhapsody, le mostré mi canción. No le gustó. La atrae más el Mercury melódico que el sintetizado. Así, mientras veo formarse en ella gustos musicales de niña grande (va pasando de Five Nights at Freddy’s a Imagine Dragons), me pregunto qué canciones marcarán su adolescencia y permanecerán a su lado atravesando diversos formatos aún por inventarse ¿Será acaso de las personas que escuchan álbumes enteros y enriquecen su biblioteca musical continuamente? Solo el tiempo lo dirá. En el espectro atemporal de mi música, el remix de Living On My Own permanecerá como un sonido intruso que jamás se convirtió en eco.