lunes, 16 de julio de 2018

Proyecto en conjunto de estética y gatos


“Dios creó al gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre”. (Víctor Hugo).
Conversaba con mi hija. Nuestra gata en la ventana nos veía. Era hermosa sin decir nada, como suele suceder con los objetos de afecto a quienes silenciamos para poder retratar.
De pronto saltó a la cama con la elegancia que solo un felino pequeño posee. Aterrizó sin hacer ruido alguno y procedió a estirarse pegando el torso al cubrecama y levantando la cola, como quien es tan consciente de su belleza que opta por restregarla en las caras de quienes tenemos que vivir con ella. Algo de planeo de águila hubo en su vuelo, y más aun de ballet femenino. Obviamente no nos dirigió la mirada. No necesitaba hacerlo: lo hizo únicamente por exhibirse.
Y se fue, dejándonos boquiabiertos.
Solo atiné a contarle sobre Víctor Hugo y la razón por la que Dios creó al gato. Mi hija ya estaba de vuelta (¿en qué momento se había ido?) con papel y lápiz para nuestro primer proyecto en conjunto: la historia de una tigresa convertida en gata, acaso por una maldición o por el deseo de jugar con los niños sin que estos salgan huyendo despavoridos.
Ella la ilustrará y yo la escribiré, aunque yo también ilustraré y ella también escribirá porque ambos somos tan visuales como palabreros. Somos asimismo adictos a la estética y es ella la droga que nos impulsa a crear.
Dios creó la estética para ofrecer al hombre el placer de jugar a Dios.